Por Carmen Andrea Rengifo
Esta semana se cumplieron 38 años de la Toma a Siloé, un operativo que contó con más de 2000 integrantes de la fuerza pública, que por varias semanas desató el horror y la persecución en sus habitantes, en búsqueda de integrantes del M-19.
María 19: Memoria de una historia olvidada, es una obra de teatro escrita y actuada por sus verdaderas protagonistas: madre e hija: María Inmaculada López y Lina Ramírez López.
María Inmaculada, fue una de las tantas víctimas de aquella toma, con heridas aún abiertas; su hija Lina, desde el arte, ha querido mantener la memoria de este suceso. El grupo “El pájaro y la pluma” creador de la obra, acaba de ganar la Convocatoria para Proyectos de Formación Artística y Cultural “Arteridad-Espacios para la paz”, dirigida a Instituciones, colectivos y Asociaciones Sociales del Ministerio de Cultura.
Reseña
La madre calla; su cuerpo, cercado por la bala de un fusil, habló por años, en lamentos, pesadillas y olvidos.
La hija habla; luego de atravesar mares para librarse de esa historia que creyó ajena, habla de cómo aceptó que esas cicatrices también eran suyas.
Las dos mujeres se juntan a contarnos su historia. En el proscenio, reconstruyen sus memorias que a su vez es la memoria colectiva de su familia, la de un barrio que carga con la estigmatización de los hechos de ese momento: Siloé, la memoria de la Cali de hace 38 años.
“Plomo y mercado al mismo tiempo”, tituló un periódico. Navidad Limpia, así se llamó el operativo que a punta de bala y miedo doblegó a un barrio, en retaliación por la toma del Palacio de Justicia y la persecución a guerrilleros del M-19.
El último día de noviembre de 1985 cambió la vida de María Inmaculada, una joven de apenas 22 años. En la cocina, mientras ayudaba a preparar el almuerzo, las ráfagas rompieron las paredes; la sangre brotó en el pantalón alertando la muerte. Caos y más caos; hermano y padre, esquivando la lluvia de balas, sacaron a la herida en una motocicleta, hasta un hospital.
María, mira los papeles que tiene sobre la mesa; lee o hace que lee; escribe o hace que escribe; actúa su propio personaje; le da vida a una vida ya vivida, a un momento perenne del ayer. Hay que contar lo que pasó, dice.
Lina, la hija, también se mete en su propio papel, en esa historia que ya ha escuchado y que quiso olvidar; en el escenario muestra cómo por años interpretó a la evadida.
Mientras María está en la mesa, Lina viaja a París para olvidarse de los lamentos de su madre, en ese viaje académico encuentra el amor, un amor extranjero que la lleva de regreso a su patria y la acerca al pasado.
Esta historia es de María Inmaculada, pero Lina es su hija y a los 22 años, justo los que tenía su madre cuando el ejército le rompió la pelvis, entendió que esta también era su historia, porque esa pelvis rota, reconstruida con paciencia y amor alojó no solo ese disparo sino también su vida.
María se cansa de rogarle a Lina que la escuche, que replique aquello que marcó su vida y la de su familia: “Mi padre nunca fue el mismo después de esa toma militar, su salud fue desmejorando, jamás pudo olvidar ese 30 de noviembre de 1985”.
Mientras María se desangraba, a su hermano se lo llevaba el B2, a interrogarlo al Batallón Pichincha.
Lina se cansa de oír a su mamá relatar una y cien veces lo que pasó: Un periódico la dio por muerta; su hermano detenido; el abuelo claudicando; el milagro de la vida; las heridas del alma.
Pero, para bien de la memoria, la justicia y una eventual reparación, Lina entendió que ese llamado que estaba evitando, no se iría hasta que no lo situara en su vida.
Reconociendo el dolor que ocasionó el estado colombiano a la ciudad y a los habitantes de Siloé, en esa navidad roja, de hace casi cuatro décadas, Lina decidió no solo volver a escuchar a su mamá, sino que también escribió una obra de teatro sobre lo que pasó en aquel momento, que sin duda ha dejado huellas reconocibles hasta nuestros días. Una persecución a sangre y fuego perdida en la historia; una agresión militar y policial que ocasionó heridas físicas y emocionales. Una ruptura en el estado de derecho que el país ha preferido olvidar.
Sin memoria no hay historia
Lina, impulsada por los dolores no resueltos del clan, las cicatrices en la piel y la palabra, hizo su parte, escribió y montó: María 19: Memoria de una historia olvidada. Un monólogo en el que actúan madre e hija aunque se parece más a una repetición de la realidad.
Lina María Ramírez, egresada de La Licenciatura de Arte Dramático de la Universidad del Valle y del Máster en Arte y Responsabilidad de la Universidad de Lille en Francia, creó la compañía Colombo-francesa El pájaro y la pluma, que presenta la obra.
Una obra intimista, familiar y catártica que busca mantener viva la memoria del horror estatal en la Toma de Siloé de 1985 que dejó 17 muertos, 40 heridos, desplazamiento y miedo, un miedo tan metido en los tuétanos del territorio, que hace dos años reverberó en sus habitantes, con la represión policial que vivieron en el paro nacional.
Madre e hija, actrices de su propia vida y obra se contemplan, se reconocen, se reconcilian y en ese camino abrazan su pasado y el de su familia. No hay forma de no conmoverse con tanto dolor y perdón.
“Cubro mi rostro adolorido y empuño mis manos aguerridas, porque a pesar de que ahora me encuentro en un lugar privilegiado, mis cicatrices me dan el derecho a manifestarme a través de la palabra. Veo a los silentes como yo, que resisten a las caídas, con la esperanza de que llegue la cordura y para que la vía del diálogo sea el camino y no el de la violencia”, palabras de María Inmaculada, protagonista real de una historia real.
2 respuestas
El arte como herramienta que posibilita resignificar las huellas de la violencia. Valiente acto para sí mismas, como autoras y protagonistas.
Terrible lo que les tocó vivir,pero supieron plasmar muy bien lo que sucedió y dar a conocer esta atrocidad que cometió el estado,aunq debe ser muy difícil revivir todo aquello que marco sus vidas y ese ano de 1985